"Nosotros, los pobres, somos inmunes al coronavirus", dijo Miguel Ángel Barbosa, gobernador de Puebla, México, en marzo de 2020. Una entrevista con Excelsior TV compartió con el público el mensaje erróneo de Barbosa, que luego apareció en el artículo de IS Global "Un año pandémico en 10 citas". Algunos espectadores escucharon esta cita y creyeron que el coronavirus no era grave. La realidad sigue siendo completamente distinta de ese mensaje, especialmente para los "pobres" descritos por Barbosa.
Muchos desfavorecidos siguen sintiendo el peso de los efectos de la pandemia mientras trabajan en puestos esenciales en todo el mundo. No tienen baja por enfermedad, carecen de acceso a la asistencia sanitaria y no pueden teletrabajar. Las tasas más altas de enfermedad grave afectan a este grupo, junto con peores consecuencias económicas y sociales en comparación con las poblaciones más privilegiadas. Las diferencias se unen a las desventajas sociales, económicas y medioambientales y no hacen sino aumentar la brecha entre los que tienen y los que no tienen.
Datos de los CDC compartidos por Yale Medicine muestran que la pandemia amplió la equidad sanitaria entre varios grupos clave incluso en Estados Unidos. Las personas que se identifican como miembros de las comunidades negra, latina, asiática americana e indígena americana tienen aproximadamente tres veces más probabilidades de morir de COVID-19 que las personas blancas no hispanas. El aumento de la tasa de mortalidad podría ser incluso peor en algunas partes del país que pueden estar más deprimidas económicamente. La pandemia demuestra que la equidad sanitaria debe ser una preocupación de todos si nuestro futuro incluye el acceso de todos a una asistencia sanitaria de calidad.
EQUIDAD SANITARIA DEFINIDA
En un informe publicado en 2017, la Fundación Robert Wood Johnson (RWJF) define la equidad sanitaria como un entorno en el que "todo el mundo tiene una oportunidad justa y equitativa de estar lo más sano posible." Señalando varios conceptos en el documento, la RWJF reconoce los principios éticos y de derechos humanos como la base para encontrar un consenso en torno a esta cuestión. Una vez aclaradas las definiciones, las comunidades pueden empezar a elaborar políticas que permitan a cada persona "alcanzar su pleno potencial de salud", según la definición del Centro Nacional de Prevención de Enfermedades Crónicas y Promoción de la Salud de los CDC. Las posiciones sociales o las circunstancias socialmente determinadas, como la pobreza, el color de la piel y el sexo, dejarán de influir en la forma en que las personas acceden a empleos mejor remunerados, a una educación de calidad, a una vivienda segura y a una atención sanitaria de calidad. Se eliminarán los obstáculos que impiden una vida sana, junto con sus consecuencias de impotencia y acceso a los recursos.
Definir la equidad sanitaria es la parte fácil. Fomentar un entorno que favorezca la equidad sanitaria es un reto mayor. La equidad sanitaria no se consigue con una hoja de ruta única. Diferentes personas necesitan diferentes recursos para lograr los mismos resultados. Así pues, cada entorno que fomente la equidad sanitaria tendrá que ser personalizado. La "lista de control" para lograr la equidad en salud para cada persona debe ser fluida y cambiar para adaptarse a los retos que experimenta el individuo.
Aunque existen argumentos morales para promover el valor de la equidad sanitaria, la buena salud es crucial para tener una nación segura y económicamente viable. Por ejemplo, se necesita una mano de obra sana y productiva si nuestro país quiere lograr una economía próspera y robusta. Los trabajadores que actualmente no gozan de buena salud pueden tener problemas para encontrar un empleo, y los que lo encuentran pueden ser menos productivos y generar mayores costes asistenciales para las empresas. Además, la próxima generación podría tener dificultades para superar las disparidades sanitarias en etapas posteriores de su vida, lo que se traduciría en un menor número de individuos capaces de llevar una vida plena y productiva, y menos personas capaces de incorporarse a la población activa. Cuando el gasto se centra en costes sanitarios reactivos, disminuye el dinero que las familias pueden invertir en otros motores económicos y se agotan los fondos para programas comunitarios financiados con impuestos. Una comunidad sana es la base para lograr todos los demás éxitos.
EL PAPEL DE LA ADHERENCIA
Los medicamentos desempeñan un papel importante en la capacidad de una persona para mantenerse sana. Tener la capacidad de pagar los medicamentos es una pieza adicional del rompecabezas. Los programas de equidad sanitaria deben ser conscientes de las dificultades a las que se enfrentan determinados grupos cuando intentan seguir la medicación prescrita por el médico y, a continuación, ofrecer a esas personas formas de superar esos problemas.
Ayudar a los pacientes a comprender los costes de las recetas y las opciones de ahorro, como se ve en la Nube de Asequibilidad para el Paciente de TroyRx, es un comienzo para igualar las condiciones de acceso y asequibilidad para todos los pacientes. Y las soluciones deben ir un paso más allá. La información debe presentarse al paciente lo antes posible, cuando los proveedores prescriben la medicación y sin pasos adicionales por parte del clínico. Un flujo de trabajo proactivo como el descrito podría ayudar a los pacientes desprotegidos a asumir un papel más activo en su atención y evitarles el susto de los precios cuando recogen las recetas en la farmacia.
CONCLUSIÓN
Cuando el sistema se rompe, todo el mundo se ve afectado, como se vio durante la pandemia. Los hospitales llenos de pacientes enfermos de COVID obligan a cancelar cirugías electivas y repercuten en la calidad de la atención que reciben todos los pacientes de un sistema sanitario. Los suministros se agotan y la escasez se convierte en algo habitual cuando las regiones experimentan repuntes del virus. Los sistemas están al borde del colapso. Aunque no son una solución completa, los programas de equidad sanitaria pueden garantizar que todos partan de un "terreno de juego" sanitario más nivelado. Las disparidades pueden crearse involuntariamente, pero existen, y nos obligan a reconocer que existe una desventaja. Es la única manera de lograr el mensaje final transmitido en el juramento a la bandera escrito por Francis Bellamy, "...con libertad y justicia para todos".